Proyectar la rampa más allá de la normativa
Tras los pasos del Guggenheim de New York
La rampa, del verbo francés “ramper”, se describe en el diccionario de la Real Academia Española como “aquel plano inclinado dispuesto para subir y bajar por él”. Es cuanto menos curioso que la traducción al castellano de su proveniencia francófona sea “trepar”. Y también resulta llamativo, que hubo un tiempo en donde las rampas que habitaban dormidas los zaguanes de los edificios residenciales eran verdaderas montañas por las que, si intentabas “subir o bajar por ellas”, no quedaba otra que emular las maneras de Kílian Jornet.
Por fortuna, aquellos maravillosos años de rampas inútiles llegaron a su fin, dando lugar a normativas como la orden VIV /561/2010 o el DBSUA del actual CTE, que rigen la funcionalidad y accesibilidad universal para todas sus disposiciones. Tan funcional como enfrascada en infinitas normativas, tan estética como cuestionada a partes iguales. La rampa hila, con una elegante continuidad, espacios en altura y genera en ellos itinerarios accesibles adaptados a personas con movilidad reducida. No obstante, existen interesantes referentes arquitectónicos, anteriores a la aparición de la obligatoriedad de disponer determinadas características en estos planos inclinados, que estudiaron desde un concepto previo establecer la rampa como el leitmotiv del proyecto, siendo concebida más allá de la normativa mediante espacios arquitectónicos de gran calidad. Como paradigma de la modernidad, y que llega hasta nuestros días, proyectos como la “pengüin pool” de Londres, obra del arquitecto georgiano Ludetkin o el Guggenheim de New York, de Frank Lloyd Wright, implementaron la rampa como algo más que un simple plano inclinado para ascender y descender por él.
No imaginaba Wright al proyectar el famoso Guggenheim el recorrido de un concepto que ha sido un evidente referente desde el modernismo hasta la actualidad, en el marco de la arquitectura contemporánea. La premisa expresa una clara vocación por convertir la rampa en el edificio y establecer una sinuosa concatenación de espacios alrededor de la misma, sin cortes e interrupciones.
LA “PROMENADE ARCHITECTURALE” O COMO REMARCAR EL RECORRIDO
La templanza del paseo enfatizando el recorrido, un recurso recurrentemente utilizado en la modernidad. Hablamos de “la promenade architecturale” un concepto que permite al viandante observar con detalle, alejar sus pasos o introducirse lentamente en el interior de la arquitectura dispuesta.
Como ya hemos anotado, otro de los magníficos proyectos de antaño fue el ideado por Ludetkin en 1931, la “Pengüin pool”, una casa concebida para unos singulares residentes, los pingüinos del zoológico de Regent´s Park en Londres. Esta rampa, permitía el movimiento y el paseo de los torpes andares de estos simpáticos animales desde la parte superior del espacio, hasta acceder de manera sinuosa a un nivel inferior donde se encontraba la refrescante agua de la piscina.
Dicha obra, junto con el neoyorkino museo Guggenheim, son dos grandes proyectos que sitúan el punto de inicio de importantes ejemplos de la arquitectura contemporánea. Representativa es su capacidad para generar itinerarios accesibles y funcionales sin perder de vista la estética y la formalidad de sus espacios, con un control absoluto de la escala. Ambas obras conforman la biblioteca de cabecera de creadores tan heterogéneos entre sí como Bjark Ingels o Alberto Campo Baeza. Dos arquitectos, dos generaciones y un mismo concepto donde el edificio pasa a convertirse en una rampa en sí y, más allá de proyectar la obligación normativa, la hacen suya y redefinen los límites de la emblemática rampa en curva.
En el caso del arquitecto Alberto Campo Baeza, el museo de Andalucía, supone un salto de escala generado desde el trampolín dispuesto por la arquitectura de Ludetkin. Tal es el guiño a dicho proyecto, que las imágenes de ambos espacios son capaces de contarnos dos historias con un mismo fin. La instantánea del potente interior del museo bien podría tratarse de la rampa de hormigón de Regent´s Park, a una escala de mayores dimensiones, y los visitantes, los pingüinos de la piscina londinense. En ambos casos, tanto unos como otros, se desplazan a sus anchas recorriendo los lugares que le vierte la accesibilidad de la rampa circular.
UNA CONTINUACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO
La accesibilidad en la arquitectura y su relación con el espacio público, es una de las problemáticas que solucionar de mayor importancia en la actualidad de este oficio. ¿Cómo establecer la transición entre el espacio urbano y el espacio interior del edificio?.
Esta cuestión, donde la rampa es elemento que conecta y une, es un camino experimentado en la última década por el prolífico arquitecto danés Bjarke Ingels. Desde la concepción de su edificio residencial “8 house”, una de sus “operas primas”, acceder a todos los niveles y comunicarlos sin interrupciones, se hace cada vez más evidente en su arquitectura. A raíz de este proyecto, el salto de la rampa como elemento conector, pasó a erigirse como constructor del espacio, uniendo de manera fluida lo público y lo privado y haciendo de la inclinación un lugar que nace desde la ciudad, provocando la eliminación de barreras accesibles. El principal ejemplo de expresión en esta línea de trabajo surge en el pabellón danés de la EXPO de Shangai 2010, una espiral que es capaz de ser recorrida de manera continua desde la planta baja hasta cubierta, que recoge las ideas de Wright como espacio expositivo y de Ludetkin como espacio de recorrido y comunicación, pero en este caso, ambas funciones separadas.
DIGNIFICAR LA ESTÉTICA DE LA RAMPA
En la actualidad, recibir un encargo donde sea de obligado cumplimiento la colocación de una rampa, tiene cierto gusto amargo e indigesto. El problema radica en varios focos que hacen de ella un incesante dolor de cabeza para los técnicos: la falta de espacio, una normativa excesivamente estricta y la economía. Resulta de una alta dificultad desarrollar proyectos donde estos tres aspectos confluyan, tanto como que los planetas se alineen. Pero, “este es el tablero de juego y hemos venido a jugar”, por tanto, establecerla como punto de partida puede ser una de las claves desde donde acometer su futura concepción y diseño.
Un elemento arquitectónico que, nos guste o no, forma parte del día a día de nuestras ciudades y, de una manera progresiva, se seguirá asentando en plazas, zaguanes y edificios públicos. Por tanto, los agentes implicados en estos procesos, debemos ser capaces de establecer como una oportunidad este tipo de elementos de comunicación y, cuanto antes se produzca este hecho, se producirá una mejora necesaria en el desarrollo urbano de nuestras ciudades. Démosle la importancia que posee y dignifiquemos su estética y múltiples usos.
La rampa como un elemento que une, como una zona de descanso, como un espacio de juego, en definitiva, la rampa como una escultura funcional.
Autor artículo: Carlos Pérez Armenteros, arquitecto y co-director de Verbo Estudio.